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Este término abarca, por un lado, desde los conocidos trastornos de la conducta alimentaria: la anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, el trastorno por atracón y la combinación de estos; y por otro lado, los problemas derivados del sobrepeso y la obesidad.
El primero es un tipo de trastorno considerado mental, que se caracteriza por tener un comportamiento alterado ante la ingesta alimentaria y, también, por la aparición de comportamientos de control de peso. Estos trastornos ya sabemos que tienen unas consecuencias físicas y para la salud junto al deterioro social. Lo más frecuente es el aislamiento.
Sí, tradicionalmente estos trastornos se han estudiado de manera separada, pero hoy en día sabemos que comparten factores comunes de riesgo y, por este motivo, se decidió juntarlos bajo la denominación de problemas relacionados con la alimentación y el peso.
Los bienintencionados programas de prevención de la obesidad, sobre todo los antiguos que promovían la restricción alimentaria, el control del peso y el seguimiento de dietas, resultó que causaban un efecto contraproducente para los trastornos de anoréxia y bulímia.
Sí, y una prevención conjunta. Además, también se vio que los niños/as que tenían sobrepeso eran los que precisamente se involucraban en estrategias no saludables (e ineficaces) para el control del peso, como saltarse el desayuno o provocarse el vómito.
Pudimos observar el proceso de un niño con sobrepeso, que desencadenaba un trastorno alimentario como la anorexia o bulimia en la adolescencia. Y también a la inversa, personas con trastornos alimentarios en la adolescencia acaban desarrollando sobrepeso u obesidad en la adultez.
Sí, porqué hay muchos cambios corporales y comparación social. A menudo no aceptan su cuerpo. En esta etapa, los chicos y las chicas sobrevaloran la imagen corporal, se comparan entre ellos, pueden haber burlas o críticas respecto al peso o al cuerpo. Su personalidad es vulnerable a los mensajes sobre la moda e imitar sus ídolos influencers, etc. Sin embargo, estos comportamientos cada vez aparecen en edades más tempranas, por lo que durante la niñez también es bueno estar atentos.
No hay una edad exacta y depende del proceso de maduración. Normalmente, cuando se hace «el cambio» es el momento de más vulnerabilidad.
Los síntomas que nos tienen que llamar la atención son: si hay un interés obsesivo hacia las dietas, contar calorías, saber qué alimentos engordan, pedir que se quieren pesar incluso varias veces al día… Cuando critican su cuerpo, normalmente la barriga o las piernas. Cuando quieren hacer deporte con el único fin de quemar calorías. Y por supuesto, cuando hay una repentina bajada de peso (o aumento), tristeza, cambios de humor e irritabilidad.
Escogimos estas edades porque había pocos estudios en preadolescentes y niños. Nos preguntábamos cuándo empezaban estas problemáticas, pues no ocurren de un día para otro. Elegimos niños a partir de 8 años porque ya son capaces de comprender y de responder por escrito diversos cuestionarios que están estandarizados. También contestaban ciertas preguntas sobre si ellos hacían dieta o personas de su familia, como los hermanos o los padres, o si había alguien en su familia que estuviera muy preocupado por el peso. El estudio tuvo un seguimiento de 2 años.
De entre los 556 niños y niñas que participaron pudimos extraer datos muy interesantes, tales como: que los orígenes de la preocupación por el peso venían por experiencias adversas como las burlas o los insultos en relación al peso, seguido de comportamientos que copiaban de sus familiares respecto al control de peso y seguimiento de dietas para adelgazar casi siempre la madre. También la baja autoestima… La baja autoestima no es específica de los trastornos alimentarios, sino que está presente en numerosos trastornos psicológicos.
– Alrededor del 13% de los menores seguía una dieta restrictiva entre los 8 y 12 años.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row css=».vc_custom_1593511176414{padding-top: 40px !important;padding-right: 20px !important;padding-bottom: 40px !important;padding-left: 20px !important;background-color: #ffffd9 !important;background-position: center !important;background-repeat: no-repeat !important;background-size: cover !important;}»][vc_column][vc_column_text css=».vc_custom_1610974242203{background-position: center !important;background-repeat: no-repeat !important;background-size: cover !important;}»]
El 13% de los niños/as entre 8 y 12 años seguía una dieta para perder peso.
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La proporción nos sorprendió al principio, porque el 43% era por la decisión de las mamás, seguido del 29% por ellos mismos. En este caso, los niños explicaron que lo que hacían era no comer dulces, chocolate y otras cosas que engordaban. Un 19% seguía una dieta por prescripción del médico, pero en la mayoría de casos no era supervisada, es decir, no había un seguimiento u objetivo claro.
Sobre la insatisfacción corporal, mediante el trabajo de dibujo de siluetas el 35% de los niños deseaba ser más delgado.
Sí, a pesar de que estudios americanos ya apuntaban a estas edades. Una de las interpretaciones que vimos después de analizar detalladamente los resultados era que, en la mayoría de casos, en estas edades prepúberes era para evitar precisamente lo que decíamos antes: el estigma de ser obeso y las burlas asociadas. Muy por encima del deseo de tener un cuerpo saludable.
En casa, cuando empezamos a olernos que podría haber un problema de este tipo, lo mejor es dejar de hablar del peso, del cuerpo, de calorías, aunque ellos saquen el tema con el fin de no seguir «alimentando» las preocupaciones que ellos tienen. Ayudarles a entender que la valoración como personas va mucho más allá de su talla y que hay muchas facetas importantes en la vida como la familia, los amigos, los aprendizajes, la importancia de vivir bien, de abrir nuestra mente a experiencias buenísimas que nos puede ofrecer la vida, etc. Y pensamiento crítico ante lo que «la moda» pueda decir, tener conversaciones sinceras y transmitir el apoyo de que no siempre es fácil encajar. Comprender que nuestros hijos/as pueden vivir situaciones de rechazo ante sus compañeros y que es algo que les puede herir. Estaría genial si, además, les podemos dar herramientas que a nosotros nos han funcionado para que puedan enfrentarse a las situaciones cotidianas que viven en el colegio o instituto.
En cuanto a la alimentación: la dieta mediterránea, equilibrada, saludable y variada. En la medida de lo posible horarios establecidos para comer en familia. Es muy común que haya adolescentes que decidan no desayunar y comer lo que les apetece cuando les apetece. La falta de orden propicia el desorden alimentario y favorece la aparición de atracones o hábitos poco saludables, que justo al contrario de lo que pretenden, derivan en un aumento de peso.
– Quizás en adolescentes pueda ser difícil cambiar las normas en casa…
Sí y cuando es difícil y ellos se lo toman como que «estás yendo en su contra» con frases tipo: «¿Por qué tengo que comer lo que tú me dices?», «¿Por qué tenemos que comer todos juntos?». Entonces es cuando los padres tienen que estar más atentos. Cuanta más resistencia oponga el adolescente ante las pautas que he comentado, justamente es cuando puede haber un trastorno que se está iniciando. En este sentido, es oportuno consultar con un profesional de la salud.
– ¿Hablamos con el médico de cabecera? ¿Con quién tenemos que hablar primero de todo?
Casi todos conocemos a expertos que pueden darnos información valiosa, sea a través de alguien de nuestra familia o de nuestra red de contactos. El pediatra puede orientarnos en un estadio inicial. Concretamente cuando tenemos una sospecha de un posible desorden mi recomendación es llamar al servicio gratuito de orientación y acompañamiento de la Asociación ACAB 93 454 91 09 / consulta@acab.org[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]¿Cómo te sentiste después de leer este artículo? ¿Cómo podrías utilizar esta información en el futuro?
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